16 de enero de 2007

Love like Winter

Quizá es la época o las situaciones que he vivido estas últimas semanas lo que me ha taponeado la cabeza.
Estoy a días de los dieciocho años y no puedo evitar pensar que se me acabaron las palabras y que voy a tener que esperar a rellenarme cual estanque de bencina.
No tengo ideas, no tengo inspiraciones, no tengo tramas en la cabeza.
Lo único que tengo son frases sueltas que explican una de las tantas verdades de la vida a manera de ser la única existente y comprobable.
Y me enredo en mis complicacones y vocabulario complejo de mujer grande.
Pero lo más curioso de todo, es que sigo viéndome desde arriba como la llorona pendeja que almorzaba sola en los recreos y que quedó con problemas de autestima por las burlas que se reviven en mi mente cada vez con más frecuencia.
Y me cuesta creer que esta niña, esta excusa de persona, esta recién concebida criatura..

... esté entrando a primer año de Literatura Hispánica en la Universidad Católica.

De caminos anchos

Me recuperé del susto cuando me dí cuenta que el sueño se me había quedado en la almohada.
Me levanté de la cama sin abrir los ojos y tambalée rumbo al baño para tomar un vaso de agua, con cojines y papeles desperdigados a mis pies cual hojas en otoño.

No prendí la luz por temor a que me hiriera los ojos. En su lugar, los mantuve cerrados y tanteando en busca de la llave boté un cepillo de dientes que resonó en el piso de cerámica como un grito, mis uñas enterradas en las palmas y los dientes apretados al esperar oír una queja de alguna pieza a oscuras.
Por suerte, ningún sonido fue emitido
Así, reanudé mi odisea y abrí la llave con una mano mientras que con la otra recibía con la palma ahuecada el agua para beberla.

Fue refrescante.