25 de marzo de 2012

Me aburrí de besar a desconocidos, de seguir acostándome con el mismo hombre que no le importa que no lo ame. Estoy cansada de dejarme querer una noche por mujeres delgadas, sólo para que me acaricien en la cara y me digan que soy linda, para pedirles que vayan a buscar a un amigo que tenga marihuana.
Me cansé de seguir buscando a hombres apáticos, a los que no les intereso más que para conversar, a los que les conviene que sea atrevida, que los agarre de la polera para acercar sus caras a la mía. No quiero seguir mientiéndome con el discurso de independencia, cuando en verdad me quedo pegada mirando mi celular esperando por un mensaje que nunca llega.
Me aburrí de ser cínica, de creer que por la piel se llega a la ternura, que si no dejo rastros de mi memoria en el recuerdo ajeno a mí me va a doler menos. Llevo años mintiéndome y estoy cansada.
No quiero seguir despertando arrepentida, no quiero seguir duchándome apurada en casas ajenas, de tener que pedir toalla y desodorante a la rápida. Porque siempre llego a mi casa a ducharme de nuevo con tal de volver a mi propio olor.
Quiero amanecer un día y rehusarme a abandonar el calor ajeno. Quiero hundir mi nariz en la curva de un cuello y querer quedarme ahí horas.
Quiero dejar de buscar canciones, de buscar películas, cualquier cosa que me diga que somos más los despechados que los amantes. Quiero cambiarme de equipo, quiero ser cliché, quiero dejar de actuar en base a mis impulsos y quedarme sola, bien sola, un rato.
No me importa el origen bioquímico de todo esto, quiero abandonar ese argumento que he esgrimido por años para coartar mi soltería. Por primera vez en mi vida estoy dispuesta a dejar de engañarme, pero no puedo hacerlo sola.
Ya no.