28 de diciembre de 2008

Get what you deserve.

"El naranjo se está muriendo."
Alzo la vista de los hielos que flotan en la bebida. Como si el naranjo fuera la excusa, que porque el árbol se muere, nosotros también.
De ahí, de un tirón, que soy medio puta, un poco agresiva, un poco negativa. Esperé cinco minutos de tu perorata viendo como un hielo se caía sobre el otro, pensando en comprarte o no todo el discurso autosustentado de tu futura desaparición.
"Agresiva, ya. Negativa, también. Pero puta, nunca."
Tu risa corta el aire, mi garganta y las hojas del naranjo. Puta, sí, me dices. De todas maneras. ¿Que acaso, en el carrete, no me comiste la boca? Cuando nos conocimos, ¿te acordai?
Intento descifrar mis conductas sobre las espirales de la mesa. Necesita una nueva capa de pintura y algo que evite que se oxide, ahí, bajo el naranjo.
Trato de echarte, imaginando, ojalá con una cachetada de tu parte para permitir la escena en que yo te pego en la entrepierna y no puedas decirme nada. Pero no me sale. Ni siquiera trato de abrir la boca, porque me va a a temblar la voz. Y ahí, sigues, que tal cosa, que tal otra, que los ojitos que le hago a todo el mundo, que porqué tambien hiciste lo esto y lo otro. Y yo veo pasar en mi cabeza un inventario de mis secretos que viste tras las puertas y dentro de los cajones, o quizás los ojos lanzados hacia tu cuello cuando esa noche el frío empezaba a calar hondo pero ninguno de los dos sintió nada.
"Me llama la atención, ¿sabi? Que siempre has sido capaz de contestarme todo lo que has hecho desde que estamos juntos, pero de la noche en que te conocí, nada."
Qué estupidez, decirte que fue aburrimiento, que fueron los deseos de provocar envidia, de venganza. Cuatro meses a la basura sólo por disimular y no confirmar tus teorías sobre mi comportamiento liberal. Te he tratado de decir burdamente ya de antes, que la química y el destino y cosas que ni yo me creo. Pero nada.
"Lo que pasa es que tu no quieres reconocer que no podías aguantar pasar el fin de año sin pareja" me animo a decir.
Se cae una hoja sobre la mesa, a pesar de ser pleno verano. Miras cómicamente la sombra alargada por el sol de la tarde y con la mueca irónica de a quien le gusta patear estómagos cuando la persona ya ha caído me dices que ahora puede explicarse que yo haya nacido en enero, que yo puedo haber nacido muerta de adentro como el naranjo a pesar de ser verano.
Y como si no bastara, me dices que yo te gustaba en serio. "Pero de ahí... te conocí. Eso, te conocí. Y cagaste todo".
Yo ahora me esfuerzo por llorar. Pestañeo, mojando mis ojos, imaginándome caminando sola por la casa, al fin, sin tí, agradablemente sola de nuevo, rasgando con ansias los minutos que faltan para que te vayas dando un portazo y me devuelvas la intimidad. Quiero que te vayas para que yo recoja las naranjas podridas de las ramas y botarlas, después regar el tronco de éste único árbol en mi patio para hablarle mi día sin mencionarle que tú ya no eres la distracción no placentera de mis días.
Quizás si estoy muerta por dentro.

8 de diciembre de 2008

I see the lie.

Derrepente me fijé que era la imagen congelada en una ventana y me sentí profética.
Cuando no hay ni un alma en las calles y caminando estiro el cuello buscando sonrisas y besos en los balcones
Y me gusta cuando está nublado porque así siento que la madrugada no se acaba nunca,
que el pelo se me va limpiando del cigarro con cada caricia del aire frío cortándome el cráneo.
Por eso cuando la ví pasar con el abrigo cruzado sobre los brazos mirando hacia arriba, le sonreí y le tiré un beso.

18 de noviembre de 2008

Just stay alive.

Finalmente nunca es tan tarde y se supone que te puedes arrepentir, pero la verdad es que no creo que seas capaz de desdibujarte los rastros de mi lengua en tu espalda o mis uñas enterradas a tus caderas.
Al menos, aprovéchate y piensa en nosotros en las tardes lánguidas de domingo en que después de almuerzo no tengas nada más que hacer, y apuesto que el recuerdo de mis suspiros entrecortados en tu oreja aun serán capaces de arrancarte una sonrisa.
Guárdalo como el mejor secreto, porque ninguno de los dos quiere hacerse responsable de lo que el humo amargo fue capaz de reunir luego de tantos intentos fallidos a lo largo de los años. Sé que compensamos más de lo que debiésemos y que nos dejamos llevar, pero ambos sabemos que de ahora en adelante, si te ignoro, será por escoger el menor de dos males.
Mejor vuelve a tu polola, que yo me devuelvo a mi vida con una nueva cicatriz para acariciar. Ojalá que con el avance de las horas no quiera que me la abras de nuevo.

13 de noviembre de 2008

Cartografía.

Me ha pasado que mirándome a las puertas del metro no me he reconocido. Pero no con esos espasmos de desconocimiento, como de mirarse y encontrarse más avejentada o más guapa, no, hablo de verdaderamente desconocerse. Haberme acostumbado tanto a mi propio reflejo que me llama la atención la manera en que se inclina mi nariz, los párpados, el ángulo de las pestañas y la sombra de mis pómulos. Y después de un rato me miro y me pierdo en mí, me comienzo a desesperar al ver que esa imagen del reflejo corresponde a un referente verdadero, y que aquél referente obedece al aspecto físico que se refleja y se desdibuja para mí, y no puedo creer, por unos instantes, que yo sea yo; que la gente, al hablar conmigo, haya visto esa cara, esos labios dibujándose en palabras, y no les haya llamado la atención que esa persona con quien conversaban estuviese encerrada en aquél cuerpo.
Son esos momentos en que creo vislumbrar los inicios de mi locura, y para evitarla momentáneamente, aparto la vista de mis ojos por un segundo, y la vuelvo a centrar luego en mí, para agradecerle a lo que sea que lo decidió, el haberme dado esta cara y este cuerpo, que tan bien han sabido aguantarme dentro de sí.

9 de noviembre de 2008

I like it rough.

Me voy a hacer la loca.
La que aquí no pasa nada.
Para ver, si así, con indiferencia
Logro interesarte de una vez por todas,
O si sin ti
finalmente seré feliz.

4 de noviembre de 2008

Encore.

"Cómeme".
Eso. Envolverme en papel de chocolate y esperarte en la puerta de tu casa con esa palabra escrita en la tarjeta del regalo.
No, muy malpensable. No es que no quiero que malpienses, pero ¿cómo voy a hacer para irme en la micro con un letrero de "cómeme" amarrado al cuello y los brazos pegados al cuerpo por el papel aluminio?
No, mejor no, mejor te regalo unos chocolates y la tarjeta la escondo entre el papel de regalo y el del chocolate.
Pero en vez de "cómeme", le voy a poner "te quiero. gracias por ser mi amigo"
Sí, eso mejor.
Así me ahorro un par de explicaciones y no te pierdo de una manera tan estúpida.

23 de octubre de 2008

De tripas corazón.

Sería tan lindo estar hueca por dentro. Como un huevo, un hoyito por debajo que bota todo, todo, y queda igual para el resto, nadie se da cuenta y uno lo puede adornar con lentejuelas y témpera mezclada con cola fría. Queda súper lindo. Así, como un huevito de pascua, quiero que me sequen y me pinten. Quiero ser bonita, y no quiero llorar más.

29 de septiembre de 2008

Carmensita.

Al susodicho lo ví el viernes tocando quitarra en sensual pose que, combinada con el vino de guinda y el rock de los setenta, me provocaron algo así como una apoplejía imaginaria que curiosamente desbordaba imágenes de escenas eróticas a velocidad vertiginosa. Lo ví, de nuevo, al día siguiente, y esta vez hice como si nada y le fui a hablar.
Fue ameno, me sentí media jote pero siempre buena embajadora de mi persona. No pude evitar encontrarlo algo pastelito, pero su perfección anatómica obviaba cualquier defecto de personalidad. Conversamos unos diez minutos y llegó uno de sus amigos a pedirle un cigarro, él se lo dió y se excusó para ir al baño, dejándome a mí y al recién llegado hablando nimiedades.

Y resulta que el adonis no volvió. Se fue a revisar no sé que cosa, y yo cada vez más desesperada al ver cómo la mirada de mi nuevo interlocutor cambiaba de enfoque y empezaba a considerame en un plano digamos más allá del casual.
Me llegó a mí el turno de excusarme, y me fui a compartir la derrota con un amigo. Al decirle "Parece que no estaba ni ahí" me dijo "¿Porqué? ¿Se fue al baño o algo?" me sentí reverendamente estúpida. Comprendí de un sólo golpe una estrategia masculina que para no herir recurre a una salida quizá algo cobarde y que me molestó más de lo que quise admitir. Me sentí arrastrada, patética, fea, tonta y con cero profundidad. Miré una vez más al fruto de mi lujuria y el medidor de patetismo me subió tres grados, volví la vista rápidamente y recité mentalmente todo mi salmo coprolálico a ese metro ochenta de sex appeal y ojos claros.
Después putié a la primavera un poco, me terminé de un trago la cerveza y me evaporé del lugar.

Yeneréishon écs.

"Todo el mundo tiene un «extraño fundamental» en su vida, Andy, un extraño que sin quererlo ejerce un raro poder sobre uno. A lo mejor es el chico con los pantalones vaqueros cortados que te siega el césped, o la mujer que te registra el libro en la biblioteca... un extraño que si vuelves a casa y encuentras que te ha dejado un mensaje en el contestador automático que dice: «Déjalo todo. Te quiero. Ven conmigo a Florida», te irías con él."
Me encanta ese libro.

29 de agosto de 2008

Sólo para mí.

Esta soy yo, prostituyéndome de una manera deliciosa. Qué tanto que ya no sea la misma que hace cuatro meses, no es tampoco que esté irreconocible. Y ya, ahora puedo soltarme el pelo y jugar a que viene el verano, como si me gustara toda esa parafernalia de cuerpos exhibiéndose y jugos de frutas naturales con hielo picado, porque ahora soy otra, una puta, una puta producto de la sobreexposición a trabajos mentales prolongados que me han dejado el cerebro del tamaño de una pasita del Valle de Elqui.
Ya me veo a mí, en esa calle sin bifurcaciones ni letreros, con los anteojos de sol cuneta y el brazo afuera como taxista, pero de copiloto, imitando la típica escena de libertad adolescente hollywoodesca de sacar la mano por la ventana y hacerla subir y bajar por las olas de aire. Y la velocidad que entra por la ventana y desordena el pelo pero no la sonrisa, y menos la juventud, los pies apoyados en el tablero con algodones entre los dedos para que no se corra el esmalte y en la radio una canción antigua cuya letra se recuerda a medida que suena.
Yo quise transformarme en esta idea de mí misma, y si me cambia la actitud es porque no tengo el presupuesto para renovar el vestuario. Por ahora me conformo con la lycra imaginaria y la red que enfunda las piernas, parada en mi propia y utópica esquina, esperando a ese auto, justo ése auto, que bajará el vidrio y hará que esta profesión se vuelva lucrativa.
Pero ojo, que aquí por la falta de sinapsis y el exceso de literatura, se me ha pegado lo metafórico y lo de no limpiar lo devuelto con toalla nova, y es por eso que ahora dejo expuesto este lado b de un análisis interno muy extenso y que no necesariamente algo tiene que ver con el mercadeo sexual.
Finalmente, reconocer que lo mío no es más que una proyección mental que de absurda tiene tanto como a mí me falta el estoicismo. Seguiré leyendome esos libritos de bolsillo con las posiciones y comiéndome un sandwich, haciendo hora en Baquedano y jurándome que la dieta la empiezo mañana y que en un mes más estaré rica e irreconocible como me creo ahora. Pero bueno, de algún lado tengo que partir, y si no parto apenas yo quiera es porque siempre he pensado que esto de la prostitución necesita del proxeneta. Es que no soy buena en matemáticas y me dejo convencer con facilidad.

1 de agosto de 2008

Cosquilla.

Era tan lindo cuando salíamos al balcón y hacíamos que nos gustaba ver el atardecer cuando a ninguno de los dos nos gustaba el sol. Esperábamos que dentro la fiesta se encendiera como sólo lo hacen en las noches de verano y entonces yo me arrimaba tí alegando que me daba frío la brisa tibia de las diez y media. Me mirabas y yo contaba las entrellas en tus ojos sintiéndome hermosamente cliché, sin saber qué decirte. Veía cómo la sal se te pegaba en el pelo y hacía como que tu mano en mi hombro echaba allí raíces y nos quedábamos ahí en el balcón coordinando nuestra respiración, hasta que alguien llegaba con una cerveza en la mano y con tono alegre le comentaba a la comitiva que lo pudiese haber seguido que nuestra amistad era envidiable.
Eso fue el verano pasado y a mi tus ramas se me quedaron enredadas en el pelo. No me las saco porque las manos se me pusieron rígidas cuando las crucé a la espalda de tu nueva polola, cuando la abracé como a una hermana.

19 de julio de 2008

Catcher

Resulta que estoy total y completamente enamorada. Con él me acuesto cada vez que puedo sin temor a que nos oigan e ignorando los anticonceptivos, total, que el embarazo no me importa y él ya es muy viejo para embarazar a nadie.
Algunos especulan que él ya ha muerto pero a mí la lujuria no me la quitan con sus recortes de diario y discusiones de foro en internet. Porque a pesar de los cuatro años que lo vengo conociendo y todavia no sé nada de él, me encanta, me revuelve todo cada vez que cuento las cicatrices en su pecho y las ojeras de panda que luce en cada imagen. Trato en vano de acercarme a su mente como me sé capaz de acercar a su cuerpo y por eso inspecciono todo lo posible para leer lo mismo que a él le gusta, para entrar en esa tormenta tan artística y trillada que ya es propia del medio en el que el y yo estamos inmersos.
La diferencia es que sé de hecho que él desapareció hace más de trece años, pero eso no evita que me visite cada vez que lo evoco y que yo desee conversar con él para que me encuentre inteligente, para decirle que yo estoy enamorada y que él no es otra de mis obsesiones pasajeras como a los dieciséis fueron los huesos. No, yo quiero que sepa que haré lo posible por ayudarlo, pero que no quiero cambiar quien es, porque me gusta esa oscuridad y sufrimiento propios de su persona. Además, a mi me gusta el tormento que exuda por cada poro y queda más que perfecto en mi historia como aquel a quien amé devotamente pero que no fui capaz de ayudar, y que aun a pesar de mi presencia constante terminó desapareciendo y dejando su auto a un costado del camino.
Me gusta pensar que podré pavonear las lágrimas que por él voy a llorar así como las sendas de rímel que bajarán por mi cara por su culpa, de su profundidad mental, sus oscuros comentarios sobre el existencialismo que me susurrará todas las noches que yo quiera al oído luego de que hayamos hecho el amor.

After Eight

Exquisito dolor es aquel que se disfruta. El que se anhela: el que inspira.
Desafortunado es el que siempre se siente.
Cuando viendo fotos ajenas, escuchando inspiraciones líricas ajenas, sintiendo como dos manos ajenas se juntan,
se sufre.

26 de junio de 2008

Edwards

No me toleran mucho. Lo más triste de todo es que la gente que se acerca a mí lo hace por interés, por su imagen; algo así como para que los demás digan que por hablar conmigo tiene que ser una persona muy cuerda o muy buena. Algo de ese estilo. Que si son capaces de sostener una conversación conmigo por más de minuto y medio sin que se les note incómodos es porque son terriblemente empáticos, porque saben como comunicarse hasta con los más desvalidos, los más cagados de la cabeza, como yo.
Pero esas conversaciones triviales y siempre comentadas no duran mucho. Ya sea porque pierden el interés luego de un rato o se sienten perturbados, la mayoría de las veces se contentan con palmearame en la espalda deseandome una mejora en mi día o una mirada de lástima, de conocer más el mundo, de haber sido capaces de llegar a la adultez bien parados, de conmiseración. Y aunque me dan asco no les digo nada y los dejo esparcir mi fama, que cuenten lo sombrío que soy, lo increible que es que aun siga vivo con lo negro que lo veo todo. Que no son capaces de comprenderme, pero que igual soy "buena onda". Eso, y una mierda.
Por dentro quizás se alegran de no ser yo. Se contentan por ser capaces de disfrutar de una pizza entre amigos, de concentrarse para estudiar, que no comprenden cómo alguien puede ser tan inteligente pero estar tan atormentado, y se alegran del futuro orden de sus vidas, de las promesas de futuros éxitos, de vidas con pocos sobresaltos y anécdotas de cóctel.
Y yo voy a ser una de esas anécdotas: el loco que estudiaba con ellos en su "oh tan buena universidad" pero que claramente tenía trastornos de personalidad o psicológicos, que teía temas no resueltos con mis padres, un guevón desplazado que no conversaba con nadie. Obvio, después de su introducción exagerada de detalles sobre lo sombría de mi persona, procederían a narrar como hazaña épica esa tarde en que, apiadándose del leproso, le tendieron una mano y bajaron su magna mirada ante sus ojos suplicantes, y le preguntaron cual cura confesor "y a tí, hijo mío ¿qué te aproblema?" De cómo asinitieron ante mis cavilaciones, mientras se daban cuenta que las miradas se giraban hacia ellos y los murmullos comenzaban, cómo sonreían sutilmente para hacerse los que escuchaban pero realmente guardaban mis comentarios más extraños, para reproducirlos una y mil veces despues con la presición de un reloj suizo.
Y mientras ellos tras sus camarones y copas de champaña de segunda clase brinden en mi memoria con su sonrisita hipócria, yo, años antes, estaré lamentándome de sus patéticas y poco emocionantes situaciones, agradeciéndole a los cortes en mis muslos y mis brazos, las imágenes grotescas en mi cabeza y las uñas en las costillas, pensando que si bien soy más anecdótico de lo que quiero asumir, al menos puedo decir que yo viví realmente, que yo he visto el lado oscuro y que camino todos los días por aquellas calles en las que ellos ni sueñan en pisar. Y que yo me saqué el velo de los ojos y estoy ya tan acostumbrado a mi realidad que soy capaz de expresarla en tono monocorde y como si me importara poco más que una mosca, cuando por dentro me regodeo de su asco e interés ambiguos que mi persona les provoca.
Si al fin y al cabo no quiero que me dejen solo. Hasta yo me doy cuenta que lo que quiero es llamar la atención. Pero me justifico de interesante y verdadero conocedor de la vida, acato mi manera de pensar como verdadera, cruda, sin disfraces, en vez de considerar que verdaderamte puedo estar enfermo. Me siento lúcido por unos instantes y pienso en dejar de llamar la atención de esta manera, pero la verdad es que no quiero.
Si lo que verdaderamente le gusta a la gente común es el morbo. Las costras, el pus, las heridas ajenas. El dolor ajeno. Y yo se los doy.
Una relación emisor-receptor perfecta, actual. Bien acorde a los tiempos.

16 de junio de 2008

Sunburn

Como cuando para hipnotizarte te piden que pienses en aquel momento en que fuiste más feliz y hubieses deseado morir para llevarte contigo ese recuerdo perfecto, yo siempre escojo el mismo momento una y otra vez.
Es una pieza, pero el entorno no es el que importa.
Es una cama. Una tarde de primavera, con la ventana abierta hacia el atardecer cálido de los primeros días de Octubre y que contra mi espalda hacían llegar los rayos del sol. Pero la verdad es que de esto yo no veía nada porque tenía ante mis ojos mi propia sombra proyectada en la piel suave de un cuello en aquel entonces amado, mientras por la nariz me dejaba drogar por su olor y sólo entreabría los labios para no darle un beso. Me hacía la dormida, me acuerdo, y creo haber cerrado los ojos para dejar que sólo la luz entrara por los párpados, y me sentía el corazón palpitar en las orejas.Por todas partes me llegaba algo, y todavía soy capaz de sentir mi pierna izquierda entre otro par, mi brazo bajo su cintura y el otro sobre su pecho, todo inmóvil porque todo calzaba perfecto. No soy capaz de describir mis latidos irregulares, que creo se saltaba bombeos por la pura felicidad. Podría haber muerto. Ojalá hubiese muerto.En ése momento no tenía idea de traiciones, de esconderle cosas a mis papás, de preguntarme una y otra vez lo que estaba haciendo, si estaba bien sólo porque así se sentía. Me acuerdo que omitiamos el hecho que por uno de los lados había un compromiso, y que eso hacía de nuestro abrazo algo aun más especial.Porque nadie podía saberlo, o nos odiarían apenas supieran.
Y ahí termina. Cuando escuchamos a su mamá subir la escalera, y tuvimos que desprendernos del segundo útero con tanto dolor como la primera vez. Yo me senté en la cama con aire indifernte, mientras su madre tocaba la puerta de la pieza y nos preguntaba cómo estábamos.
De ahí no sé que pasó. No me acuerdo qué hicimos después, pero de lo que estoy segura es que ni siquiera intentamos abrazarnos nuevamente. No sería lo mismo y tampoco deseabamos tratar, porque ya lo sabíamos; se había terminado.Pero aun tengo su olor dulce en la nariz, el que a pesar de los años sigo reconociendo como su perfume cuando alguien se cruza por la calle. Tengo el sol tatuado en la espalda y las piernas siempre tibias entre las suyas, y la certeza que tengo para coleccionar uno de los momentos más hermosos de mi vida que sólo el olvido involuntario me puede arrebatar.

19 de mayo de 2008

Arrebato

El vagón comenzó a temblar. Las luces a nuestros costados se apagaban y prendían erráticas, denunciando el pulso moribundo del tren, vibrándonos en la piel el apocalipsis.
Sentada en el suelo en un extremo del vagón sentí como sus entrañas entre las ruedas comenzaban a arder, sacando un chirrido agudo de los rieles que sucumbían bajo el paso del armazón de metal y todos a quienes contenía. Comenzaron los gritos de los desconocidos, búsqueda frenética de miradas cómplices en el caos, invocaciones celestiales, nombres de amantes pasados.
Las luces se apagaron y las bocas se deformaron en su brillar anaranjado, una visión del infierno para todos aquellos que creían no merecerlo. Volvieron a prenderse titilando recuperando en nosotros una momentánea paz, hasta que vimos cómo el suelo comenzaba a resquebrajarse y derretirse por el calor, los gritos cada vez más agudos.
Volví desesperada la cabeza a la derecha. Sentada junto a mí se mantenía impasible una joven con audífonos, mirando hacia el frente como si lo que estuviera presenciando no fuera más que un montón de sucesiones icónicas de su banda sonora personal; los acordes finales de su película.
Y en tres segundos, mientras el agujero de acero hirviente se abría a lo largo del vagón, los extraños se abrazaban, se ponían en posición fetal, se cubrían los ojos y callaban, yo la tomé por la barbilla, la giré hacia mi cara, y la besé.

20 de abril de 2008

Veneno

Tengo miedo por el tiempo en el que voy a dejar de verte sonreír. Sé que no habrá nada en mis manos y que probablemente no querrás ver a nadie.
Voy a abrazarte en mi mente todos los días si es que no deseas que te toque.
Voy a llorar cuando no me veas para que pienses que soy fuerte, para sujetarte mientras caes y sigues cayendo y yo no tenga más que hacer que callar y estar.
Odiaré al mundo como tu lo harás. Te querré como tu extrañarás. Recibiré tus insultos, tus golpes, tus gritos de dolor.
Estaré para ti aunque no quieras.
Y ojalá un día veamos salir juntas el sol.

5 de abril de 2008

Diez cosas.

Es una noche amena pero un tanto extraña. Tengo la pizza devolviéndose por mi garganta y en la espalda un dolor punzante que nadie toma en cuenta por culpa de mi hipocodría.
En las ventanas de internet un libro de 500 páginas para el lunes, un trabajo de 11 para el martes y una fiesta de una muy buena amiga mía a la cual le deben estar cantando el cumpleaños feliz en este mismo momento.
Y es extraño, pero entre el momento familiar de hora y media del que acabo de salir, el casi llanto con una película que no se supone lo provoque y una llamada por teléfono a alguien a quien debería haber ido a ver, me dí cuenta de lo mucho que me hace falta reir.

Como esa canción de Postal Service, siento que no me río desde Enero, de las seis tardes con mis amigas respirando el aire salino de la playa y riéndonos tomadas del brazo por las calles nocturnas de Viña. Hace tiempo no me río como corresponde, pero no significa que me sienta miserable o que ahora sea algo así como una desadaptada social, no. Sólo que el pensamiento me azotó la cabeza cuando abrí el libro que no merece ser leído con apresuramiento y el stress de un trabajo a la vuelta de la esquina y que aún no está ni esbozado se me apoyó en los hombros.
Me hace falta esa carcajada ebria, joven, lúcida en su propia inocencia por haber brotado muy rápido. Esas que no se planean ni se buscan cuando se va a un lugar en el que se sabe uno la va a pasar bien. Quiero de esas que te toman por sorpresa y nos dejan llorando y sin aliento aferrados de algún hombro amigo.
No sé. Simplemente me di cuenta, y extraño esa risa sobremanera.
Pero nada que hacer, ya que no la puedo ir a buscar.

(Muchos adjetivos, me dijeron, pero no puedo corregirme en este momento de verborrea pura. Nada que hacer)

23 de marzo de 2008

Sometimes

La cosa es así:
Tocándose la nuca, busque una pequeña protuberancia. Luego de un rato rascándosela con cuidado, será capaz de tomar su dignidad por uno de los extremos. Hálela y guárdela dentro de un bolsillo bien cosido, para que no se le caiga completamente. Después, tome su celular, conéctese a messenger o escriba un carta. Durante todo este rato, mantenga presionada su dignidad para que no vuelva a su lugar o se caiga al piso. Es necesario mantenerla tranquila, así que si lo considera necesario puede tranquilizarla con algunas palabras convincentes, aunque en la mayoría de los casos suenen un poco falsas.

Posteriormente y luego de escritas las palabras correspondientes, con mucho cuidado tome nuevamente su dignidad desde el bolsillo, y presionándola entre en pulgar y el índice, déjela colgar de manera que esté a punto de rozar el suelo. Sólo en ese momento, le será posible enviar el mensaje, carta u oración que haya escrito en aquel momento de impulsividad.
Una vez enviado, y sin dejar de presionarla fuerte, introduzca nuevamente su dignidad por la protuberancia antes descrita. Una vez allí, comenzará a producirle un picor extraño, que se trasladará a la boca del estómago y le producirá una sensación de incomodidad un tanto particular, que irá cesando paulatinamente, siempre y cuando no recuerde con mucha intensidad las palabras enviadas, ya que puede hacer que su dignidad se sacuda un poco y le produzca espasmos breves en las extremidades o en los hombros, acompañados de una exlamación en general despectiva hacia usted mismo.
La resolución del proceso no radicará luego en su dignidad, pero será directamente proporcional a la distancia a la que usted la mantuvo del piso. Los resultados pueden variar en los extremos de aceptación o rechazo, y lamentablemente no se aceptan ni devoluciones o intercambios de dignidades.
Ante cualquier duda, consulte al fabricante, a pesar que éste no será capaz de responder ante los posibles daños o complicaciones producidos por el proceso descrito anteriormente.
La recomendación principal luego del proceso y que coincide en la mayoría de los casos de consultas, es simplemente A P E C H U G U E.

18 de marzo de 2008

Ámonfayer

L: esto de tener pics de fertilidad es como el pico
A: 'pal hoyo
A: literalmente
L: ojalá.

1 de marzo de 2008

Smoke gets in your eyes.

Algo en mí me dijo que no lo hiciera, pero me gusta actuar bajo los impulsos.
Un fruto de mi impulso, entonces. Pero sin leer entre líneas.

Engañémonos un momento y sintámonos amigos, casi hermanos.
Mirémonos con risa, palmeemonos en la espalda con cada chiste o frase ingeniosa, presentémonos mutuamente a amigos que consideramos dignos del otro.
Cuando nos pregunten por separado la relación que mantenemos, mostremos abiertamente la sonrisa y expresemos cómo nos queremos y confiamos, de lo felices que estamos que cada uno tenga su pareja y que todos sepan comprender el tipo de amistad que supimos desarrollar.
Riámonos de deslices y cosas pasadas, de titubeos, hagámonos los idiotas.
Seamos capaces de mirarnos a los ojos sin un rastro de lujuria, no dejemos que el alcohol nos nuble la mente y deje libres las manos para adelantarse en la mesa, los zapatos olvidados en el suelo.
Recordémonos lo pendejos que éramos y lo ilusionados que estábamos, cada uno por su lado.
Mandémonos cartas, pongámonos sobrenombres, escojámonos de antemano como los padrinos de los respectivos hijos.
Callemos los celos con frases capaces de convencer al diablo, mostremos libertad en los abrazos, hablemos correctamente y toquemos temas que no nos atrevemos a conversar con nadie más.
Seamos capaces de desnudar sólo el alma, brindemos por la amistad, cantemos sin vergüenza y recordemos los programas de la tele que veíamos cuando éramos chicos.
Sólo por un minuto, sigámonos mintiendo como tan bien lo hacemos, terminemos las frases del otro, no nos sorprendamos de lo bien que nos conocemos.
Suicidémonos un poco.

23 de febrero de 2008

Malos hábitos.

Algunos se pasan el día buscando guaridas de ratones. Otros que escuchan música y que les gusta dibujar escuchando a los Beatles. Un seminarista que trata de aprenderse el libro del apocalipsis. Unas que se agarran grasa inexistente frente al espejo y en un papel suman las calorías de los chicles sin azúcar y la lechuga de la cena para hacer abdominales después.
Jóvenes emprendedores que no pueden parar de jugar juegos de video mientras sienten a su espalda el trabajo a medio hacer y que a las cuatro de la mañana empezarán a considerar. Uno que espera que alguien se conecte a messenger para salir a tomar algo.
Otra que revisa algún capítulo de alguna serie gringa que aún no ha visto, mientras abre un chocolate con una mano y con la otra se sirve coca cola.
La que se come las uñas. El que se mete el dedo en la nariz. Los que se rebanan un brazo o muslo con un pedazo de vidrio roto preguntándose donde quedó su infancia.
Los que se meten los dedos en la garganta. Las que abren, solas, una segunda botella.
También están los que se quedaron pegados al asiento y la pantalla, tratando de terminar ese informe, esa investigación. Dormir puede esperar.
Y las que escriben y enumeran cuando no tienen nada que decir.

21 de enero de 2008

The awful truth

Dos vodkas en un estómago vacío y soy tuya.

13 de enero de 2008

8:42

Llevaba un vestido un poco demasiado corto pra su edad. De color azul con rayas oscuras, la tela se fruncía entremedio de sus piernas ya no tan lozanas, dejando a la vista un sector quizá muy cercano a su intimidad. El pelo suelto y alborotado, simulando el peinado de revolcón, le caía hasta los hombros en mechas de distintos tonos de rubio.Se echó un chal blanco a los hombros, en horrible disonancia con el vestido, y se miró al espejo orgullosa. El maquillaje, para ella, estaba perfecto. Ojos oscuros y labios fucsias que, a su parecer, invitaban a besar con pasión. Una capa de base y grumos de rímel en las pestañas, y se sentía de veinticinco de nuevo, sin darse cuenta cómo en la pista de baile su perfecto maquillaje cedería bajo el sudor y la opresión de las arrugas en la comisura de sus delgados labios rosas trizaría la tersura de su nueva cara. Dando una mirada completa a su cuerpo, se alegró de la edad que creía aparentar. Sí, era esbelta, pero su delgadez expuesta por los plieges del vestido eran mas gotescos que sensuales. La tela no se le ceñía a la cintura como ella hubiese querido, pero se conformaba con la exposición de sus piernas que definitivamente esta noche le conseguirían pareja.
Taconenado por el pasillo de su departamento, ensayó un contoneo de caderas que levantara el vestido de manera sutil y que permitieran a los futuros espectadores una fugaz mirada del encaje rojo que adornaba a si entrepierna. Se sintió irresistible.
Tomó las llaves del plato de peltre al lado de la puerta y las guardó en su cartera con cuidado de no arruinar sus uñas. Con una última mirada al espejo y un alborotamiento rápido de su pelo, se miró contenta y se dijo a sí misma que hoy, si bien no encontraba el amor de su vida, si quizás tendría una buena dosis de coqueteo y porqué no, quizá el beso húmedo de un extraño.
Y con un último mohín de autosuficiencia, abrió la puerta y se dirigió con confianza y autoestima elevadísima, a encontrarse con el taxi que la esperaba en la puerta del edificio y que la llevaría al matrimonio donde, tomando una coca cola light en lata esperaría con un cigarro en la mano frente a la puerta de la iglesia, esperando entrever la armadura de su príncipe azul, inconsiente de la imaginación de una prejuiciosa joven que enfundada en un vestido negro la miraba desde el otro lado de la entrada, y se contaba una historia mental que no podía esperar a escribir.