23 de febrero de 2008

Malos hábitos.

Algunos se pasan el día buscando guaridas de ratones. Otros que escuchan música y que les gusta dibujar escuchando a los Beatles. Un seminarista que trata de aprenderse el libro del apocalipsis. Unas que se agarran grasa inexistente frente al espejo y en un papel suman las calorías de los chicles sin azúcar y la lechuga de la cena para hacer abdominales después.
Jóvenes emprendedores que no pueden parar de jugar juegos de video mientras sienten a su espalda el trabajo a medio hacer y que a las cuatro de la mañana empezarán a considerar. Uno que espera que alguien se conecte a messenger para salir a tomar algo.
Otra que revisa algún capítulo de alguna serie gringa que aún no ha visto, mientras abre un chocolate con una mano y con la otra se sirve coca cola.
La que se come las uñas. El que se mete el dedo en la nariz. Los que se rebanan un brazo o muslo con un pedazo de vidrio roto preguntándose donde quedó su infancia.
Los que se meten los dedos en la garganta. Las que abren, solas, una segunda botella.
También están los que se quedaron pegados al asiento y la pantalla, tratando de terminar ese informe, esa investigación. Dormir puede esperar.
Y las que escriben y enumeran cuando no tienen nada que decir.