Esta soy yo, prostituyéndome de una manera deliciosa. Qué tanto que ya no sea la misma que hace cuatro meses, no es tampoco que esté irreconocible. Y ya, ahora puedo soltarme el pelo y jugar a que viene el verano, como si me gustara toda esa parafernalia de cuerpos exhibiéndose y jugos de frutas naturales con hielo picado, porque ahora soy otra, una puta, una puta producto de la sobreexposición a trabajos mentales prolongados que me han dejado el cerebro del tamaño de una pasita del Valle de Elqui.
Ya me veo a mí, en esa calle sin bifurcaciones ni letreros, con los anteojos de sol cuneta y el brazo afuera como taxista, pero de copiloto, imitando la típica escena de libertad adolescente hollywoodesca de sacar la mano por la ventana y hacerla subir y bajar por las olas de aire. Y la velocidad que entra por la ventana y desordena el pelo pero no la sonrisa, y menos la juventud, los pies apoyados en el tablero con algodones entre los dedos para que no se corra el esmalte y en la radio una canción antigua cuya letra se recuerda a medida que suena.
Yo quise transformarme en esta idea de mí misma, y si me cambia la actitud es porque no tengo el presupuesto para renovar el vestuario. Por ahora me conformo con la lycra imaginaria y la red que enfunda las piernas, parada en mi propia y utópica esquina, esperando a ese auto, justo ése auto, que bajará el vidrio y hará que esta profesión se vuelva lucrativa.
Pero ojo, que aquí por la falta de sinapsis y el exceso de literatura, se me ha pegado lo metafórico y lo de no limpiar lo devuelto con toalla nova, y es por eso que ahora dejo expuesto este lado b de un análisis interno muy extenso y que no necesariamente algo tiene que ver con el mercadeo sexual.
Finalmente, reconocer que lo mío no es más que una proyección mental que de absurda tiene tanto como a mí me falta el estoicismo. Seguiré leyendome esos libritos de bolsillo con las posiciones y comiéndome un sandwich, haciendo hora en Baquedano y jurándome que la dieta la empiezo mañana y que en un mes más estaré rica e irreconocible como me creo ahora. Pero bueno, de algún lado tengo que partir, y si no parto apenas yo quiera es porque siempre he pensado que esto de la prostitución necesita del proxeneta. Es que no soy buena en matemáticas y me dejo convencer con facilidad.
29 de agosto de 2008
Sólo para mí.
1 de agosto de 2008
Cosquilla.
Era tan lindo cuando salíamos al balcón y hacíamos que nos gustaba ver el atardecer cuando a ninguno de los dos nos gustaba el sol. Esperábamos que dentro la fiesta se encendiera como sólo lo hacen en las noches de verano y entonces yo me arrimaba tí alegando que me daba frío la brisa tibia de las diez y media. Me mirabas y yo contaba las entrellas en tus ojos sintiéndome hermosamente cliché, sin saber qué decirte. Veía cómo la sal se te pegaba en el pelo y hacía como que tu mano en mi hombro echaba allí raíces y nos quedábamos ahí en el balcón coordinando nuestra respiración, hasta que alguien llegaba con una cerveza en la mano y con tono alegre le comentaba a la comitiva que lo pudiese haber seguido que nuestra amistad era envidiable.
Eso fue el verano pasado y a mi tus ramas se me quedaron enredadas en el pelo. No me las saco porque las manos se me pusieron rígidas cuando las crucé a la espalda de tu nueva polola, cuando la abracé como a una hermana.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)