30 de mayo de 2012


La incertidumbre, la intriga. Esa sensación en el estómago que cuesta admitir que se extraña.
El alcohol ayuda, siempre.
Y estar contra una pared, no escuchar ni los propios pensamientos por la música y las voces, y hacerme la que no entiendo, la excusa, sí, la excusa de mirar hacia arriba, a los ojos, sonreír y decir “¿ah?”, ayuda también.
“Que eres muy linda”
“Gracias”
Una piscola fría que niegue el invierno que empieza afuera, ignorar que no hay plata para el taxi, que esta noche no dependo de mi y que probablemente lo pase normal, más o menos. Nada del otro mundo.
“¿Viniste sola?”
Preguntar por la pareja de ese modo escomo preguntarle el apellido de quien se te olvidó el nombre, como decirle “¿y cómo te busco en Facebook?”
“No, con unas amigas no más”
“¿Querí bailar?”
Y la sensación en la guata cambia. No, no quiero bailar.
“Ya po, dale”
No, no quiero tener que gritarte mi nombre en la oreja, tener que responder qué hago, si vengo acá siempre. No me interesa de qué signo seas. Se me fue la sensación rica, del susto amortiguado, de saberme observada, pero de lejos. Ya no es el cosquilleo agradable, no, ahora es el asco. El pánico.
“¿Qué?”
“Un magíster”
“Buena”
Cállate, cállate, te importa un pepino y a mi también. Pero ayuda pretender. Hacer como que los cinco minutos de interacción puedan ser el principio de una historia que contaremos mil veces. Borrarse, anularse, crearse de nuevo ante los ojos de una persona.
El cinismo, el coqueteo, y más alcohol, ayudan.
Abrir la boca, cerrar lo ojos, levantar los brazos, ponerse a saltar. Ahora es posible alejarse unos centímetros.
“Me encanta esta canción”
Y tú me aburriste. La verdad es que nunca tuviste oportunidad. No eres tú, soy yo. Yo, yo estoy cagada. Yo, siempre. Te usé, sí, te usé: fuiste el momentáneo alimento de mi ego. Y ahora necesitas desaparecer.
Y empieza la táctica, lanzarse en picada cada vez que nuestras caras coinciden en enfrentarse. Pánico. Aléjate de mí, qué asco, no, no de nuevo, córtala. No quiero.
“Oye, sabes, quiero ir a buscar a mis amigas”
Sí, sabes. Chao conmigo.
“Dale, nos vemos”
La separación alivia. Perno. Guácala. Eso me digo: “qué tipo más latero”.
Pero no importa que no me acuerde después de tu cara, que solo evoque detalles ínfimos. La luz de la calle que te rebotaba en la oreja, el momento congelado en el que alzaste tu brazo para ofrecerme un trago de tu vaso. No importa como lo haya pasado durante, que apenas me tocaste la cintura bailando me quise  morir, quería escaparme, tirarte el trago encima, da lo mismo. Lo que importa fue el rato, los segundos, en los que de lejos no era nada, pero podía ser, pero aun no era. Que me miraras, bastaba. Te estoy agradecida.
Otro trago más ayuda.
Todo para sentirme un poquito menos sola. 

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