26 de abril de 2013

Su cama está llena de polvo, llena de migas.
Llena de mí, todo el día, todos los días.
Yo, mientras, espero a que él termine de hablar por teléfono con una mano en el celular y la otra en la parte de atrás de mi cabeza, jugando con el pelo que aun no tengo el tiempo de cortar.
El polvo da lo mismo, estamos adentro y dan lo mismo las migas porque no hay ninguna entre las sábanas. Y lo miro, lo miro hablar y reírse y me repito que no es lo mismo, que los años arrastrándose detrás de nosotros nos trajeron a este punto sin que nos diéramos cuenta, que fue un proceso normal. Que ella es algo de hace unos meses, y yo soy algo de muchas noches, demasiadas noches, y muchas teclas tipeadas con el sonido de un ratón correteando por el teclado. Mucho messenger, mucho "jajaja".
Y me repito que lo mío es más real que lo de ella, que yo ya he bajado tres kilos y que ella está gorda, que yo puedo deshacerme en sus brazos sin pedirle nada más y ella lo arrastra a los cumpleaños de sus compañeras de colegio a escuchar sobre gente que nunca ha conocido y comer canapés de adulto joven.
Él le miente a ella y yo me miento a mí. 

2 comentarios:

Lute dijo...

Un final un poco abrupto quizas?

Está bueno, eso si.

F. Jiménez dijo...

The black feet.
Me estoy desapareciendo porque estoy a punto de ser "dado a luz" de mi carrera (en 2 meses app doy el grado POR FIN).
Después recuperamos el tiempo "suspendido", un abrazo!