Al menos, aprovéchate y piensa en nosotros en las tardes lánguidas de domingo en que después de almuerzo no tengas nada más que hacer, y apuesto que el recuerdo de mis suspiros entrecortados en tu oreja aun serán capaces de arrancarte una sonrisa.
Guárdalo como el mejor secreto, porque ninguno de los dos quiere hacerse responsable de lo que el humo amargo fue capaz de reunir luego de tantos intentos fallidos a lo largo de los años. Sé que compensamos más de lo que debiésemos y que nos dejamos llevar, pero ambos sabemos que de ahora en adelante, si te ignoro, será por escoger el menor de dos males.
Mejor vuelve a tu polola, que yo me devuelvo a mi vida con una nueva cicatriz para acariciar. Ojalá que con el avance de las horas no quiera que me la abras de nuevo.